A Delia Rosa, quien me llevó a conocerte.
Te veo ocupada, maltratada
y engañada
y siento que nada hay más triste
que el desierto con sus espejismos alienantes.
Veo más de un lamento
en el inmenso mar negro de tus ojos
y la tristeza en las cicatrices que deja
la ambición en tu epidermis.
Después de haber escuchado esos lamentos
y sabido que vendrán muchos más
por muchos años mientras persista
el yugo que padeces
Y que he visto la sonrisa que,
a pesar de todo,
aflora en tus labios almendrados
y que he visto bailar la danza del ancestro
y vestir a la poesía de esperanza,
y siento entonces que tus lágrimas
corren por mi rostro,
que tus heridas sangran en mi piel,
que tus canciones alegran mis silencios,
que tus danzas pulsan la frecuencia de mis genes,
que tus sueños se confunden con los míos…
Me atrevo a pedirte, entonces
que te mires en el espejo de tu mar y de tu cielo
y que busques la verdad escondida
en cada ranura de tu cuerpo
y que aprendas que por mucho que
te siembren plantas en tu piel herida,
quedará siempre un dolor de ausencia
en la nostalgia de tu tiempo.
Montería, junio 10 de 2013