ESE MAR

Ese mar que contemplo

desde mi otero cósmico

no es el mar de los poetas.

En él no hay caracoles,

ni peces de colores,

no hay playas con mujeres hermosas

ni veleros ni gaviotas.

El mar de este tiempo es diferente.

En lugar de mercantes,

de cruceros fantásticos

y de cables con fibras submarinas,

hay olas negras,

aguas muertas,

los vertederos acaban

con los peces y el plancton.

Muere la vida sin remedio,

como si pintaran de blanco

las células del océano primigenio.

Enfurecido por la ofensa,

las lágrimas de ese mar, años después,

se convierten en aguas congeladas

que sumergen las orillas habitadas

y sepultan las esperanzas de los hombres

de carne y hueso y los monumentos

de su gloria.

APOCALIPSIS XV

He retornado a la morada generosa

después de muchos años

y desde el aire contemplo

el imperio de las dunas.

Desciendo y camino jadeante

por la arena roja

sobre la extinta capa vigorosa

de las plantas y del agua.

Busco el rastro del abuelo

en cada paso

en cada grano

en cada soplo

y un silencio de muerte es la respuesta

(Como si la ira de Vulcano

Hubiese quemado la epidermis

De La Tierra)

Pero después de muchos horizontes

sobre la silueta de una ola de silicio

un cactus emerge majestuoso

es un cactus grande y espinoso

con el color de la esperanza.

¡Eureka! me digo y voy a él

y pienso que estoy de nuevo

en la ruta de amor de las estrellas

y no observo que en el entorno

de mis huellas

varios insectos asoman sus miradas

enfadados

alborotados y medrosos

por las pisadas trepidantes del intruso.

 

 

Sincelejo, 1999

LA GUAJIRA

A Delia Rosa, quien me llevó a conocerte.

Te veo ocupada, maltratada

y engañada

y siento que nada hay más triste

que el desierto con sus espejismos alienantes.

Veo más de un lamento

en el inmenso mar negro de tus ojos

y la tristeza en las cicatrices que deja

la ambición en tu epidermis.

Después de haber escuchado esos lamentos

y sabido que vendrán muchos más

por muchos años mientras persista

el yugo que padeces

Y que he visto la sonrisa que,

a pesar de todo,

aflora en tus labios almendrados

y que he visto bailar la danza del ancestro

y vestir a la poesía de esperanza,

y siento entonces que tus lágrimas

corren por mi rostro,

que tus heridas sangran en mi piel,

que tus canciones alegran mis silencios,

que tus danzas pulsan la frecuencia de mis genes,

que tus sueños se confunden con los míos…

Me atrevo a pedirte, entonces

que te mires en el espejo de tu mar y de tu cielo

y que busques la verdad escondida

en cada ranura de tu cuerpo

y que aprendas que por mucho que

te siembren plantas en tu piel herida,

quedará siempre un dolor de ausencia

en la nostalgia de tu tiempo.

 

 

Montería, junio 10 de 2013