LA FLOR DEL DESIERTO

Érase una vez…

Un muchacho que quería ser un explorador cuando grande, quería ver lo bella que era la madre naturaleza.

Sin embargo, los compañeros de su escuela se burlaban de él, porque los demás andaban con sus celulares en sus redes sociales y no valoraban el ambiente.

Alex, un día decidió ser personero e hizo una campaña para incentivar a los demás haciendo un viaje al bosque seco tropical Tatacoa ubicado en Colombia. Tras de su maravillosa idea muchos votaron por él, solo por la única razón de tomarse fotos y publicarla en redes, pero Alex ya conocía a sus compañeros así que había ideado el plan de que tal día los profesores no dejaran llevar dispositivos electrónicos, ya que él quería que se conectaran con la madre naturaleza.

Dicho día se embarcaron en su aventura. La buseta del colegio llegó precisamente a las 9:30 de la mañana, y los estudiantes se llevaron la sorpresa de que al que iba entrando le iban pidiendo el celular para guardárselo, se pusieron molestos, pero, no había marcha atrás, porque ya habían cancelado la cuota para ir a ese hermoso lugar.

Cuando llegaron todos se sorprendieron al ver el atardecer, y algunos  se olvidaron de sus celulares con tal belleza vista.

Sin embargo, había un pequeño problema,  se les olvido a los profesores el tanque de agua que debían llevar para las necesidades de todos. Y como el agua estaba a 15 metros bajo la tierra, profundidad que solo alcanzaban las plantas del lugar, empezaron a preocuparse.

Todos entraron en pánico, pero Alex no perdió la fe y les dijo a todos que irían a buscar un poco de agua.

Al siguiente día, ya descansados del viaje se fueron a recorrer el lugar y también a ver si encontraban un poco de agua, solo encontraron cactus y otro tipo de plantas.

Alex que era el único interesado por la naturaleza al igual que los profesores, tuvieron la idea de cortar los cactus para beber el agua que tenían dentro y así hidratarse.

Muchos estaban asustados, y creían que la idea de quitar sus celulares no era para nada buena, pues en caso de emergencias llamar a alguien. O en estos casos llamar a la directora para que les llevara el agua. Pero Alex nunca cambio su opinión o punto de vista.

A la mañana siguiente. Salieron otra vez a explorar y a buscar agua.

Alex se sentía un poco mal por todo lo que le habían dicho sus compañeros, así que caminaba más lento para no llamar la atención de nadie, para no molestarlos.

 Como seguía  más despacio que los demás, contemplaba todo lentamente…

La tierra que abundaba allí… la vegetación y los distintos tipos de animales que observaba a lo lejos, águilas, lagartos y comadrejas, eran bellísimos,  y como él había leído en un artículo que antes se veían allí tigrillos quiso buscar si era cierto. Y se alejó del grupo sin darse cuenta.

Mientras, por otro lado, todos estaban maravillados que ni se dieron cuenta de su compañero extraviado.

Alex por fin encontró un tigrillo, pero no tuvo mucho cuidado y el tigrillo lo vio y lo empezó a perseguir. Él asustado salió corriendo rápidamente, parecía  más el tigrillo que el verdadero.

Por correr tanto no se percató que el tigrillo ya no lo perseguía, pero gracias a eso encontró un lugar donde había un árbol demasiado hermoso, frondoso y robusto. En la mitad de él, había una flor misteriosa. Era blanca como la nieve y suave como el algodón.

Cuando Alex tocó dicha flor emanó una luz indescriptible, una luz que llenó el alma de él, y apareció una hermosa hada.

Ummm, ¿tú me llamaste chico!?

S-sí, pe-perdone, solo estoy un poco perdido.

Ah vale, yo te puedo ayudar, pero solo si tú también haces algo por mí.

Oh claro, ¿qué necesitas?

Bueno me tropecé hace rato y tengo pinchos de cactus en mis pequeñas alas, ¿me podrías ayudar a quitármelos?, y por favor, ¡no seas brusco!

Bueno, ponte cómoda, y tranquila, no te lastimaré.

Alex le quitó los pinchos al hada con mucha delicadeza.

¡Muchas gracias querido joven!, -procedió la hada-, en verdad no sé cómo pagarte este gran favor.

Bueno, -contesto Alex-, necesito llegar a donde mis compañeros, que están buscando un poco de agua.

¿En serio están buscando agua por allá?  –Dijo en tono burlón- , Si supieran que este bosque está encantado.

Alex se quedó atónito ante las palabras del hada. ¿Encantado?, ¿¡un bosque!? Él se decía a si mismo que esto parecía un cuento de hadas, aunque estaba con una verdadera. Pensaba que ese tal jugo de cactus le había sentado mal, pero en ese mismo instante:

¡AUCH!, ¡¿por qué me pellizcas hada?!

¡Ya me he topado con personas como tú, -prosiguió-, creen que no soy real, ush!, ¡me hierven las alas que piensen eso! ¿Por qué creen que hay historias de nosotras?, acaso es porque nos inventaron los escritores?

Tra-tranquila, no hay porque molestarse…

El hada decidió ayudar a Alex y con sus poderes lo regresó en donde estaban sus compañeros. Los profesores corrieron a él preocupados, y le preguntaron donde se había metido, y Alex sin discreción alguna les contó todo, inclusive lo del hada.

Por supuesto, no le iban a creer y se rieron de él, pero en cuanto el hada salió de su bolsillo se quedaron tan sorprendidos que gritaron y eso atrajo a los otros compañeros a ir donde estaban ellos.

Todos se quedaron sorprendidos y le hacían miles de preguntas a Alex, el cual estaba muy asustado por tanto alboroto, luego, un profesor calmó a todo el mundo, para que Alex pudiera explicar todo detallado y sin tanto alboroto. Pero el hada no lo dejo hablar, y ella misma conto el acuerdo que habían tenido el y ella.

Luego, después de unos minutos, todos recogieron sus cosas e iban tras del hada que guiaba el camino.

Llegando al lugar, Alex se percató que estaban en el mismo árbol donde se había conocido el hada y el. El hada tocó la flor, pero en patrones, y llegó otra vez esa hermosa luz. Pero esta vez se abrió una puerta de tierra, que salió del suelo.

¡Taran!, ¿y decían ustedes, que la magia no es real? –Prosiguió el hada-, Aquí hace muchos años venia mucha gente a visitarnos, turismo… Pero esta gente no nos trataba nada bien, arrojaba la basura en nuestros mares, fauna y flora. Tanto así que decidimos escondernos. Nuestra querida madre nos ayudó y nos creó este portal. Espero que ustedes no sean como ellos…

Entraron y se encontraron con más maravillas de las que había afuera, estaban perplejos sin decir ni una sola palabra, ¿pues de qué serviría?, si estaban viendo en persona a la madre de todos, la madre naturaleza.

Al explorar un poco encontraron agua, y bebieron sin parar, para ellos fue el agua más deliciosa que habían tomado, pues esta era pura, sin contaminación alguna.

Esa noche durmieron allí, con una paz que fue inolvidable.

Al día siguiente decidieron partir, todos se despidieron del hada y agradecieron su enorme favor. Y como prometieron, no dañaron nada.

Publicado en Arte Ambiental, Cuentos.