Había una vez un bosque lejano, muy solitario y donde solo habitaban animales. Ellos se sentían tan bien en ese lugar, eran felices con su medio ambiente. Era hermoso el sonido musical de las aves, el colorido de las mariposas y las flores, la pasarela de tantas clases de animales, todo era muy agradable. Se alimentaban muy bien, ellos mismos se encargaban de mantener su espacio limpio y agradable, tan es así, que los árboles reflejaban su tranquilidad y su felicidad dando frutos muy saludables.
En medio del bosque había un arroyo mágico, que cumplía todo lo que deseabas, muchas personas llegaban en su búsqueda, con el fin de tener dinero y otras cosas, pero era difícil de encontrar. En fin, todo el bosque era mágico.
Como nunca la felicidad es total, cierto día llegaron al bosque unos hombres a desalojarlo todo, querían adueñarse de él. Su apariencia física mostraba lo malo de su corazón y los planes de dañarlo todo y empezó a suceder lo peor.
Poco a poco los árboles se fueron secando de tanto maltrato.
Los hombres se encargaron de sacar algunos animales, a otros los mataron para comérselos.
El bosque empezó a sufrir mucho, su hierba que era de verde intenso, comenzó a secarse. Se presentaron incendios que hacen tanto daño al ambiente. Aquel bello bosque quedó herido, triste y solo, sin sus animales que adornaban y aprovechaban de tan mágico lugar.
Una mañana, apareció un niño llamado Pablo, quien se dio cuenta de que había gente sin conciencia que dañaba el ambiente, provocando incendios y haciéndoles daño a los animales que vivían en el bosque. Los pocos animales que pudieron salir muy tristes, poco a poco se fueron muriendo por falta de alimento.
El niño Pablo se refugió en el bosque para estar más pendiente a todos los movimientos de los hombres, hasta que se ingenió un plan que pensó que podía funcionar perfecto. Aunque sentía miedo, porque era muy pequeño, estaba seguro de sí mismo que buscó la manera para que los hombres no se dieran cuenta del arroyo que estaba en medio del bosque, era lo más especial que existía en el bosque.
Los hombres, los malhechores como les llamaba Pablo, siguieron con su macabro proyecto.
Buscaron a unos cazadores para poder encerrar a los animales que se encontraban detrás del bosque, no querían dejar nada vivo, además no podían dejar huellas de todo el crimen que estaban cometiendo. Fue entonces cuando el niño Pablo los enfrentó,
¿Cómo un niño iba a poder con esos hombres gigantes frente a él? No podrá, eran más las ganas de Pablo que las fuerzas, no pudo hacer más y los hombres lo sujetaron y le amarraron a un árbol para que no fuera un obstáculo y así poder continuar maltratando todo a su paso.
Ahí estaba el niño Pablo, triste, indefenso e inmóvil por los amarres de los malhechores. El niño sujetado al árbol tuvo una conversación con un ave que se posó en una rama. Le dio un mensaje para que lo compartieran a los compañeros de él. Pablo pertenecía a una tribu de hombres pequeños, que se perdieron explorando en el bosque y se refugiaban en una cueva. Pablo buscaba alimentos en el bosque, cuando se encontró con aquellos hombres.
El ave que llegó hasta ese lugar a llevar el mensaje, los guió hasta donde estaba el niño Pablo. Se armaron para poder combatir a los hombres y proteger al arroyo mágico, que era lo único que quedaba en el bosque.
Al día siguiente, los niños llevaban todas los armamentos que pudieron conseguir. Hubo una fuerte batalla donde los niños lograron vencer a los hombres después de luchar con todas sus fuerzas.
Pasado algún tiempo, Pablo y los demás niños se encargaron de limpiar, sembrar más árboles, echarles agua, cuidar los animales.
Poco a poco aquel lugar fue teniendo vida, los niños estaban recuperando el bosque y todo volvió a su normalidad. Pablo con su valentía, demostró la importancia de cuidar el medio ambiente y los arboles que nos dan el oxígeno que respiramos.