CARAMELOS DE MIEL

Esta es la historia de una hermosa chica, con un inesperado final.

Ashley vivía en una linda residencia en una cálida ciudad, era la abeja reina de sus amigas: Susan, una morena de cabello oscuro quien adoraba las plantas y estaba convencida de que en la vida todo vuelve, y Lana, conocida por sus hermosos dibujos. Por alguna razón ambas competían por su atención, aunque en el fondo no le tuvieran mucho aprecio, cosa que a Ashley le encantaba.

Cada tarde después de la escuela, Ashley junto a sus amigas salían a pasear y jugar un rato, aunque generalmente la que más se divertía era Ashley porque siempre conseguía persuadir a las chicas para hacer las cosas que ella quería. Algo que nunca podía faltar en sus aventuras eran los caramelos de miel, a donde sea que fuera Ashley siempre los llevaba y tenía la desagradable costumbre de dejar las envolturas en cualquier lugar u obligar a una de las chicas a guardarlas en sus bolsillos.

Esa tarde Ashley decidió llevar a sus amigas a un nuevo lugar cerca del bosque al que siempre iba en secreto. Antes de salir recogió su cabello rubio en una coleta alta y tomó su mochila en la que metió sus caramelos de miel y un libro que le había tomado prestado a su hermana mayor. Saliendo de casa se encontró con las chicas que al verla se acercaron.

-Hoy iremos a un lugar nuevo, solo yo voy allí, pero he decidido mostrárselos-  dijo Ashley sonriendo- Adelante, pueden sentirse honradas, niñas.

-Espero que no esté muy lejos, debo volver a casa antes de las siete o mis padres me castigarán- respondió Susan, ya antes había llegado tarde por acompañar a su amiga y no le hacía mucha gracia que la regañaran.

-Siempre haces lo que ellos dicen, eres su hija no su perro, díselo Lana.

-Será divertido, seguramente no está tan lejos- Lana solo lo dijo porque no quería ponerse en contra de Ashley, a decir verdad ella tampoco quería llegar tarde.

-Nos vamos.- informó  Ashley mientras acomodaba el libro de su hermana en la mochila.

-¿Ese libro es tuyo?- preguntó Lana- Le dije a mamá que lo quería, pero dijo que aún era muy pequeña.

-Tiene razón, no lo entenderías- contestó Ashley a pesar de que ambas cumplieron trece el mes pasado.

Cuando llevaban un rato caminando por el bosque, Susan empezó a querer volver, así que le dijo a Ashley que tal vez era hora de regresar pero ella se negó. Unos minutos después Susan sintió que pisaba algo extraño y ruidoso, eran las envolturas de los caramelos de miel.

-Deberías dejar de botar tu basura en cualquier lugar.

-Y tú deberías dejar de decir cosas que a nadie le  importan.

-Ya no quiero seguir, me voy a casa.

-Perfecto, entonces solo Lana conocerá  mi lugar secreto, sabía que no durarías  ni veinte minutos con nosotras.

Susan no quería dejar a su amiga pero tampoco quería que le llamaran la atención, antes de irse le dijo a Lana:

-Tú también deberías venir, es tarde, sé que quieres volver.

-Genial, otra cobarde- atacó Ashley – Si quieren irse bien, pero no vuelvan a hablarme.

Mientras  Ashley se alejaba las chicas empezaron a sentirse mal por dejarla, pero ya habían discutido así antes y estaban seguras de que se le pasaría por la mañana, así que se marcharon a casa.

Ashley había estado viniendo al lugar secreto (que en realidad no era más que un pozo seco rodeado de flores) desde el año anterior, sus padres no la tenían vigilada así que era muy fácil salir de casa para ir allí a comer sus caramelos. Después de terminarlos todos, arrojó las envolturas al pozo como siempre, pero el viento hizo que estas volaran hacia su cara y en un intento por quitárselas se movió hacia atrás y cayó al pozo. Contrario a lo que imaginó, su cuerpo aterrizó sobre algo suave y se dio cuenta de que eran las envolturas de todos sus caramelos. La chica empezó a gritar pero sus amigas ya iban lejos. Se sentía hambrienta pues no había almorzado. Las horas pasaron y nadie venía por ella, llegó la noche…

 Las horas seguían pasando y la chica estaba desesperada, ya ni podía pensar bien. De repente, comenzó a oír murmullos, gritó pensando que venían de arriba pero luego sintió algo moverse en su pierna.

-Si sabes que nadie va a oírte ¿cierto? Este lugar lleva años abandonado- para su sorpresa quien le hablaba era una de las envolturas.

-¡Por Dios, ya perdí la cabeza!- exclamó frustrada.

-Es posible, pero eso no cambia el hecho de que nadie sabe dónde estás, botaste a tus amigas y ahora estás sola-dijo otra envoltura.

Luego, todas las envolturas empezaron a susurrar:

-Nadie vendrá por ti.

-Estás sola.

-Vas a morir aquí como nosotras.

-Nos desechaste en el lugar incorrecto y ahora debes pagar, linda.

Ashley les gritaba que se detuvieran pero los murmullos  solo se hacían más fuertes, ella siguió gritando y rogando hasta que se quedó sin fuerzas y poco a poco fue cerrando sus ojos mientras las envolturas seguían acusándola.

*******

-¡Veo algo! ¡Traigan el equipo!

-¡Todos a un lado! Pon a la niña en la camilla.

-¿Signos vitales?

Alejadas de los paramédicos sus amigas susurraban:

-Sabía que no era buena idea venir aquí.

-Al final su propia basura la consumió.