Quisiera encontrar
un cielo huérfano
de rascacielos.
(Sin bancos extranjeros)
Ser hallada
entre arbustos
de romero.
Sorprendida
por el idioma
del verde.
Quisiera tener
nombre de ave
para dormir
entre los brazos
de un cedro.
Quisiera encontrar
un cielo huérfano
de rascacielos.
(Sin bancos extranjeros)
Ser hallada
entre arbustos
de romero.
Sorprendida
por el idioma
del verde.
Quisiera tener
nombre de ave
para dormir
entre los brazos
de un cedro.
Duro
como la soledad
de las selvas desnudas.
Viejo
como las tribus
que lo aman.
Dolorosamente
derrotado
por aserraderos
y colonos.
Acongojados
-los chamanes-
reclaman tu follaje.
Aquí y allá reaparecen
supuestos animales extintos.
Se murmura del regreso de las ranas doradas
y la resurrección de las abejas.
Nadie aquí, nadie allá los persigue… ¡Nadie!
Miles de especies
celebran el silencio de las calles,
la ausencia de vehículos y voces.
No roncan motores… ¡No hay nadie!
Bandadas de cóndores
gallitos de roca y guacamayas
tiñen los azules infinitos.
Nadie ensucia su aire… ¡Nadie!
Pangolines, osos, pumas, y zorros
han retomado bosques, pueblos y ciudades.
No hay nadie… ¡Nadie!
El Kilimanjaro no puede creerlo
leones, elefantes, hienas y jirafas
alborozan las praderas ausentes de extraños.
Nadie los escudriña, nadie los obstruye… ¡Nadie!
Atónitos venecianos ven desde sus alféizares
delfines retozando al frente de San Marcos
y canales relucientes con
cardúmenes de peces y de rayas
No hay góndolas ni muchedumbres… ¡Nadie!
Hasta los monasterios nipones
abrazados de incienso
se han poblado de venados.
Nadie rasga su sagrado silencio… ¡Nadie!
El mundo en cuarentena
acaricia su piel en amplia mejoría,
respira profundo y promete enmendarse.
Nadie, cumplirá lo prometido… ¡Nadie!
Matías… humo espeso
de leña de manglar,
campanazo de trueno.
Sin tu baile eres fragata sin vuelo,
bajel sin vela,
ritmo sordo, luz ciega.
Baila,
regálanos tu son,
tu risa de leche de cabra.
Eres eco del Caribe
y huella de cangrejo.
Que se templen los cueros
y suenen maracas y flautas.
Danza… Matías,
danza.
Caracol de barro
amasado con silbos.
Ocarina sencilla.
¿Quién pulió tu corazón
y afinó tu oído?
¿Quién ensoñó tus canciones
forjadas con arcilla blanda
en un tiempo ya ido?
¡Aún olvidada en la guaca
jamás callaste!
Por tu barro,
la nota,
la huella,
el alma del indio.